Un viaje. H.G. Adler

Los descendientes han concebido extrañas ideas sobre los muertos, a quienes daban el nombre de difuntos, y querían poseerlos también a ellos o hacerlos aparecer como poseedores, aunque fueran desechos e inmundicias que más seguro es evitar. Por esos se plantaron jardines, consagrados y cercados, en los que, con observancia de extraños ritos y costumbres, se mete, encerrados en cajas, a los antiguos propietarios. En los jardines se cavan reducidas fosas, en torno a las cuales, entristecidos o más bien acongojados, se reúnen los vivos, que luego esconden llorando las cajas en las fosas, echan encima flores asesinadas y con la pala amontonan tierra encima hasta que las fosas quedan cerradas. Pero el orgullo no se contenta con ese juego y erige sobre cada fosa un túmulo que se cultiva y se adorna para satisfacer la creencia de que el antiguo propietario no ha sido olvidado y permanece en el recuerdo de nuevos propietarios.

El mundo en el que estaba situado con su celo y su capacidad enfermó poco a poco y después se murió. Se trataba de una dolencia que el doctor al principio apenas percibió y después nunca llegó a entender perfectamente. (…) era una dolencia sin raíces, que no se le revela al ojo ni al oído, pero esa dolencia estaba allí, prepotente y consuntiva, aquello formaba parte de la psiquiatría por la que Leopold nunca había sentido el menor aprecio. Con los enfermos mentales no se podía hacer nada, sólo proteger el entorno aislando al paciente y dándole calmantes cuando era una carga para él mismo y para sus guardianes.

El mal había llegado sigilosamente, sin enviar indicios previos que se conocieran en el mundo de la medicina, pero de pronto todos estaban enfermos, era la primera enfermedad mental de carácter epidémico, sin embargo nadie lo notó de inmediato, nadie sintió nada, ni los pacientes ni los médicos. De nadie decían que estaba enfermo, porque debido a la epidemia todo estaba trastornado, pero cuando por fin se percataron de ello, ya era tarde.(…) Pero también fracasaron los psiquiatras, esos medicastros, proque no entienden de medicina y sólo por compasión, por incompresible tolerancia se los considera médicos. <<Cuando no se puede hacer absolutamente nada, se empieza por el psiquiatra>>.

Cuando la desconocida epidemia asoló los países, ya era tarde. Ahora se percibía, pero aún no se la comprendía, Leopold tampoco, porque no le permitieron reconocer ni tratar a nadie, de forma que no le fue posible informarse de la índole y de la evolución de la enfermedad. <<¡Locura total!>>. Pero eso no es un diagnóstico clínico, sino estúpidas afirmaciones de ignorantes que cuestionan la dignidad de la medicina seria, y la mano deja caer con tristeza el estetoscopio, no se oyen sonidos, sólo ruidos confusos, quizá los pacientes no tengan pulmones ni corazón.

-¿O ea que aquí sólo se cura con dieta, con vida sana y con fisioterapia?

– ¿Dieta y vida sana? ¿Pero usted qué se imagina? ¡Y dice que es médico! Aquí cura la muerte, cuando no ayuda la naturaleza.

La voluntad de destrucción se dirige en lo esencial contra el hombre y sus obras, todo los demás queda apartado y sólo recibe un roce o, por obra de la casualidad, alguien se lo lleva. Hasta la resignación de la naturaleza es bienaventuranza, lo que se humilla se incorpora para nuevo fundamento. Pero esa furia aniquiladora que avanza mortalmente y nunca se deitene no es sino avaricia morbosa y extraviada que ya es incapaz de disfrutar adquiriendo bienes de modo pacífico y aun ni siquiera violento, desde el momento que estalla la siniestra guerra en la que los propietarios pierden la medida y la segura protección en lugares habituales y en debidas condiciones, ya que se le ha privado al ser humano del derecho, hasta ahora considerado inalienable, de poseer. Entonces mueren o se ponen tristes, si no se enfurecen y con su miedo salen de estampía para llevar a cabo obras horribles. Entonces forman hordas, que son difíciles de dominar, y todos se ponen en camino o se ven obligados a partir. Los envían fuera y se les concede que hagan sufrir, un sufrimiento que es malo, pero que anuncia cosas peores aún. Al mismo tiempo aumenta el propio tormento de esos seres malévolos y sólo puede ser aliviado cuando se prepara para fiestas destructivas que amenazan todo lo alcanzable. (…) Con los desenfrenados llega el crimen y el incendio y el espanto, pero finalmente también ellos quedan atrapados y perecen en la catástrofe que desencadenaron.

El horror que hay detrás del crepitar de las llamas y del estrépito de los vidrios rotos permanece oculto y se rodea de misterios protectores que son desconocidos para ambos, para los vividores y para los oprimidos del día. Quien supera esos castigos, como verdugo o como víctima que paso inadvertida, suele evitar la luz y no quiere saber nada, para borrar el pecado mediante el silencio. Cuando se les piden explicaciones, los verdugos aseguran que no hubo eso o que al menos no fue así;…

Quien se ocupa de la basura es un inútil, mísera mentalidad que ya no tiene ni fuerza de llevar a cabo una obra. Por eso está justificado que os administren por la fuerza, mientras se siga permitiendo vuestra reprobable existencia. Sólo porque sois miseria estáis tristes por la basura podrida que os refleja con inexorable repugnancia lo que vosotros sois y lo que aún no queréis admitir que sois, por l oque la desesperación que hay en vosotros suspira para que intervenga el Círculo de Embellecimiento.

Sois basura, que no se guarda entre mesas y camas, entre sillas y armarios. La basura se mezcla con la basura, y el pecado con el pecado, todo es una asquerosa papilla, sólo buena para los gusanos que aceleran su putrefacción. Os despidieron y retorcieron las manos frente a vosotros, pero no para deciros adiós, no, las manos las extendieron contra vosotros en un gesto de rechazo.

…sobre todo porque una entidad superior, el Ministerio de Economía, ya se encarga de quedarse gratuitamente con los inservible, pues lo que el hombre no necesita, el Estado siempre puede necesitarlo.

Sin guerra no puede haber victorias. (…) Las palabras escritas son sagradas, porque están fijadas. Se las puede tirar a la basura, pero de la Biblioteca Municipal no desaparecen.

Ve que por allí van soldados, ésos ejercen un oficio pacífico, vigilan a los espíritus para que no se escapen. (…) Lo único que teme esa chusma tan poco fiable de Ruhenthal es a fría bala en el cuerpo. Todos tienen un vientre pequeñísimo, es tan flaco y sucio porque son unos puercos que no se lavan, sus tripas son tubos llenos de una sopa que es pura agua. Y que saltaría como un asqueroso surtidor si a esa gentuza le metiesen una perdigonada en el abdomen. Entonces esos espíritus mudos lanzarían gritos y reventarían a toda prisa, la Brückengasse estaría llena de cadáveres malolientes,…, habría que recoger los despojos con horquillas de estercolero y echarlos en camiones. (…) ¡A enterrar y tapar! Es demasiado trabajo. Eso no lo hacemos, Así que, venga esa gasolina y a encenderla, un fuego grande e higiénico. Luego sólo quedan cenizas, y ésas pueden esparcirse.

…, el amor da más inventiva que la necesidad.

Entregaos a los sueños, si eso os consuela, pero no debéis fiaros de ellos. Guardaos de la curiosidad. Cuando se la satisface, depara sobresalto y disgusto.

Quien viaja no mira a su alrededor y no lo sabe. A quien se niega a viajar, lo matan a tiros tranquilamente, pero tienen sus razones. (…) En todas partes previenen contra la permanencia en un lugar. Los parásitos pueden estar en cualquier sitio y uno los escupe al momento. Pero escupir libremente en el vagón está prohibido a causa de los bacilos. Matar a tiros es mucha más higiénico si se tiene a disposición cloruro de cal. (…) Por todas partes limpian, por todas partes se engendra, se vive, se prohíbe y se ajusticia según los mismos principios humanitarios. El tren va a su lugar de destino, por eso no debe fluctuar la velocidad. Asomarse por las ventanillas es peligroso debido a las corrientes de aire y por eso está prohibido. La pérdida de la mano derecha comporta un daño físico permanente. A los perros se los reconoce por el bozal. Según la ley no se permite a nadie elegir el propio género de muerte. Pararse está prohibido porque el viaje ha de realizarse. Sin viaje no hay pasatiempo. Antes de usar la ejecución, agitar y tomar quince gotas en un vaso lleno de agua. ¡No por el ferrocarril sino por la indiferencia humana los reconocerás!

Es fácil ser una buena persona cuando no se desembaraza de todas las preocupaciones y contempla, sin comprender nada, lo que está ocurriendo. (…) Hay aquí gente más pobre y desgraciada que él, no tienen a nadie y pasan un hambre espantosa porque nadie se preocupa de que les den lo que les corresponde. (…) Cuando hay escasez, cada cual tiene que extender la pierna hasta donde llega la sábana. El hambre es mala consejera, por eso Karoline no se extraña de que en Ruhenthal tanta gente haya perdido la honradez. (…) Todo el mundo puede hacerse el gran señor mientras vive en la abundancia. Cuando se pasa necesidad, cada cual piensa primero en sí mismo. Que nadie se imagine que él constituye una loable excepción. Por un trocito de pan es posible comprarlo todo, pero también venderse a sí mismo.

Quien toma las cosas como son también puede conformarse con ellas y disfrutar de pequeñas alegrías. (…) En estos tiempos no queda nada de los muertos, ya no hay sentimentalismos.

En aquel entonces se escondía todo, se enterraba la verdad bajo la hipocresía, mucho más que en tiempos posteriores, y era porque se vivía demasiado bien.

Hoy todo ha terminado y todo da igual. La vida ya no tiene arreglo. Ruhenthal está aislada y apartada del mundo exterior. Allí las personas ancianas no ven nada del mundo y sólo llegan hasta la barrera, e incluso eso únicamente en los entierros. Para los jóvenes aún se abre la barrera. (…) La lealtad tiene sólo un sentido si va unida a la valentía y a la astucia. (…) Quien cree, como ella, que enseguida hay que decir las verdades bien claras, no aguanta carga alguna. No se puede perder la serenidad por cualquier insignificancia, porque en este caso uno sólo se atormenta y muere día tras día.

– Tienes que aprender por fin a esconder un poco en tu interior lo que estás pensando.

(…) La solidaridad es estupenda, pero también debemos pensar un poco en nosotros. Con tu abnegación no consigues nada.

Sí, es cierto que os sacaron de aquí, pero no hicieron eso para que, durante la guerra, estuvieseis bien guardados y seguros como pepinillos en un frasco de vinagre que luego sólo se abre para que volváis aquí sanos y salvos. Eso no lo hemos creído ni un momento. Entonces no os dijimos esto porque nos daba pena vuestra desgracia. ¡Nos dolió tanto lo que hicieron con vosotros! Así no se trata a ningún ser humano. Pero podéis creerlo, si no conocíamos con seguridad lo que os esperaba, lo adivinábamos. Los periódicos insinuaban con suficiente claridad que os sacaban de aquí sólo para ahorrarnos el repugnante espectáculo de vuestro exterminio. Por eso os absorbieron con toda perfección, lo hicieron como una aspiradora, todos al saco, ¡hale, cataplún!, y ya os habíais marchado.

Ya no se llevan a cabo ejecuciones públicas porque eso vulnera la acendrada sensibilidad. Todo ocurre a escondidas, con el saco. (…) los campos con alambradas son nuestra compasión, vistos de lejos no parecen algo tan malo, (…) ¿Vosotros, sin embargo, aseguráis que os han hecho una injusticia? Puede ser, eso no podemos ni queremos investigarlo, pero la autoridad lo ha ordenado, por tanto así se ha hecho. No es nuestro estilo poner en duda la bondad de lo que se hace. (…) No miréis con esa cara de ignorantes, sabemos que fue asesinato y no una diversión. Nosotros no pudimos hacer ahí nada, son las cosas de la vida. Viajar, viajar, verano e invierno, entre hielos y con sol abrasador, para allá y para acá, sin luz ni aire, en número de sesenta o de cien y apelotonados en un cajón, embalados, sellados, sin comida ni agua. Así era lógico que murierais, pero si alguno lo aguantaba, lo sacaban a golpes y lo tiraban como un desecho.

…sin embargo Zerline sólo quiere vivirse a sí misma. Nadie puede comprender que un ser humano desee dejar de ser el prójimo de otros. O sea, que desee ser sólo un ser humano, sólo dependiente de sí mismo, orgulloso de atreverse a convertir en realidad el recuerdo de la propiedad. (…) ¡marcharse, marcharse, silenciosa y discretamente, marcharse y nada más!

¡Miradnos bien! Somos aquellos que conocíais. No podemos haber desaparecido por completo de vuestra memoria sólo porque la mayoría de nosotros ya no estemos aquí. ¡Pero no todos han muerto!… ¡Hay supervivientes, nosotros somos supervivientes. Si tenéis un poco de buena voluntad, tendríais que vernos. No somos sombras, tampoco nos hemos colocado máscaras. Sólo somos algo mayores y tal vez tengamos peor aspecto que hace unos siglos. Ruhenthal nos ha cambiado. (…) Nosotros mismos hemos abominado muchas veces de que sigamos existiendo; (…) Queremos humillarnos y admitimos que sería más fácil para vosotros que ninguno de nosotros apareciera ante vosotros. (…) no queremos ni dinero ni bienes, con tal de que os compadezcáis de nosotros y nos dirijáis una mirada fraternal.

Hay que reducir los cementerios, no ampliarlos. Lo que se vende más barato en la subastas es el terreno. (…) También para los muertos se colocarán cajas de cartón impermeable. (…) Entonces no harán falta ataúdes cuando se muera porque se lo deja en su caja, que se coge y se ata con un cabo de cuerda, eso es cómodo y muy práctico, y ya se está llevando la caja bajo el brazo al crematorio. No harán falta coches fúnebres, ésos se han quedado de todos modos en Ruhenthal.

El crematorio es práctico e higiénico. Es uno de los más hermosos y útiles inventos de la Edad Moderna; no lo ideó sólo la mente sino la sensibilidad refinada de un corazón civilizado, para hacer con rapidez lo que ha de ser hecho, y para ahorrar mucho trabajo a los enterradores. Los hornos se pueden alimentar con combustible, pero en el estado actual de la ciencia es aconsejable calentar más bien con corriente eléctrica. Gracias a las constantes mejoras, el tiempo que dura la incineración del cadáver de un conejo adulto, que como es sabido alcanza el tamaño de un hombre más bien alto, ha quedado reducido a diez minutos incluso a menos. Esa duración no sólo vale para la incineración de un solo cadáver, más emotiva pero poco rentable, sino que también se logra cuando se presta servicio al mismo tiempo a veinte o treinta clientes.

La deformación natural de los cadáveres se reduce a un plazo soportable. Los gusanos se quedan sin empleo, pero pueden apuntarse en la Oficina del Trabajo para acometer una actividad distinta y más útil, por ejemplo en la agricultura o en remociones de tierra. Eso, desde un punto de vista sanitario y moral, también será más ventajoso para los gusanos, cuya profanación de cadáveres es, para decirlo suavemente, poco apetitosa. ¿No es espantoso imaginarse cómo tiene lugar la putrefacción a la antigua? La llama, sin embargo, purifica, las energías se transforman, y hasta desde una perspectiva religiosa habría que celebrar tal procedimiento. (…) Todo el conjunto, la bolsita y los grumitos, pueden meterse para su conservación en un elegante recipiente, que puede ser, según el precio,una caja de hojalata o, para el doctor Plato, una urna griega, una vasija curvilínea especial para duelos y a la que se puede cobrar afecto, además se la puede embellecer con alabeados caracteres de imprenta.

En nuestra empresa está totalmente descartado que haya una confusión de cenizas. Se trabaja con la mayor pulcritud y bajo control oficial de un técnico jurado (…) El ejecutor precinta personalmente cada caja y está presente cuando se echa la ceniza en la bolsa. ¡Antes confunden recién nacidos en una clínica de maternidad que cenizas en nuestra casa! Por lo demás, se pueden enterrar las cenizas y entonces se unen las ventajas de la incineración con los beneficios de la inhumación. (…) ¡Haga usted hoy mismo una prueba! ¡Los suicidas gozan de reducción de precios! (…) ¡Exija prospecto gratis en nuestra sección especial para ejecuciones! ¡Profusamente ilustrado! ¡Instructivo! ¡Edición especial para niños, texto adaptado al entendimiento de tan tierna edad! ¡Muy ameno! ¡La silla eléctrica debe quedar arrumbada en el desván igual que la doncella de hierro!

Nuestras ejecuciones tienen lugar rapidísimamente en el propio crematorio. Una vez desvestidos, los pacientes, sobre losas de mármol, son disparados por detrás, todo limpio, todo con la necesaria precaución a fin de evitar incidentes desagradables. Mediante un dispositivo giratorio, el cadáver pasa inmediatamente a la parrilla del horno crematorio, sin que el cuerpo sin vida entre en contacto directo con ninguna mano. De esa manera queda reducido a un mínimo peligro de contagio. ¡Dieta irreprochable! ¡Éxito garantizado! ¡Rechácense otros métodos de ejecución aparentemente igual de buenos! Según convenga, los últimos deseos pueden ser cumplidos o denegados. ¡Severamente prohibido vomitar dentro del crematorio y sobre todo durante la ejecución! El personal ha de enjuagarse después la boca con una solución antiséptica. ¡Excluido cualquier fallo técnico del dispositivo de tiro! Si se encuentran faltas en la mercancía se devuelve el importe completo. El crematorio, con todas sus instalaciones, esta impermeabilizado contra el sabotaje. Se evita cualquier sufrimiento adicional. Si el delincuente se entrega dócilmente a su destino, esa muerte artificial es preferible, con mucho, a cualquier óbito natural.

Las cenizas también pueden ser enviadas a casa aun precio adecuado, paquete postal sencillo, la urna cuidadosamente envuelta en basura, envío certificado, también es posible asegurarlo contra pérdida y robo. Como se calcula que pocos desean que se lo envíen, se instaló con hormigón, hojalata y vidrio una vertedero público especial con las correspondientes vitrinas, de gran efecto publicitario, para cenizas humanas.

Las ejecuciones pueden realizarse en diferentes clases, según la situación económica de la familia interesada o también según su capacidad de sacrificio. A tenor de las posibilidades existentes se tienen benévolamente en cuenta las preferencias individuales.

Así no se puede emprender el camino de vuelta. Hay que empezar más despacio, por abajo del todo. No hay que dirigirse en absoluto a señores importantes. (…) Cada cual quiere sólo tener, nadie quiere ser.

¿Está demasiado herido? (…) Incluso cargados de problemas, parecen contentos; tienen sus problemas y pueden pensar en lo que ahora hay que hacer y que dejar de hacer. Todo es obvio para ellos. (…) pero allí debería haberse desengañado y haber reconocido que cada cual está enclavado en su círculo y que no debe esperar, ni menos aún exigir, que sus secretos queden vinculados a los secretos de los demás seres humanos. Quien sólo sigue la voz de sus instintos no es noble, seguro, pero apenas sufrirá un descarrilamiento. (…) Padece de ideas que no encuentran ninguna realidad. (…) Se ha dado mucha prisa y ha corrido tras la ilusión de tomar con pasos desatinados, débil y sin fuerzas, una dirección desconocida.

Después de cuatro años sin domicilio no quiere dejarse embanastar con masas de gente en un albergue colectivo; no, ni una noche más.

Quien ha estado como yo en situación tan desesperada y ya no sabía si pertenecía a la vida o a la muerte, no podía permanecer en paz. También he tenido que desesperar. (…) Hay demasiada gente en el mundo que desespera por miedo y por vanidad; miedo, porque falta el sostén, vanidad, porque no se busca sostén. Habría que desesperar por algo, no de algo.

Hay que tener un centro, un lugar de origen que no se mueve, que descansa, y al que uno se aferra (…), sólo centro, un punto estable que no se transforma en progreso o regreso.

El centro,…, no pueden quitárnoslo. Viaja con nosotros y nos saca de los desechos.

Cada uno de nosotros tiene que actuar en un círculo, por pequeño que sea.

Sólo quien emprende el viaje encuentra el camino de casa

Un viaje cuenta la historia de personas prohibidas. Ciudadanos sencillos, con sus temores y esperanzas, como la familia Lusting. En medio de la vida diaria experimentan el mandamiento final, <<No habitarás>>, y a esta sencilla frase se van añadiendo disposiciones cada vez más monstruosas. <<El mundo entero fue una pura prohibición>>. Los afectados lo ven ellos mismos: <<Estamos todos prohibidos>>. Tales disposiciones transforman todos los conceptos normales, convierten la sociedad libre en una comunidad de forzados, con instituciones pervertidas cuya finalidad es hacer imposible la vida.

Así crea la novela una posibilidad de recordar, al recorrer los caminos de los prohibidos a través de las esperanzas y los recuerdos de éstos, así como del viaje que hace al mismo tiempo la voz narradora, para evocar el recuerdo compasivo de la posteridad a través de los testimonios recordados.

Hans Günther Adler, nacido el 2 de julio de 1910 en Praga, creció en el seno de una familia burguesa, estudió música, literatura, filosofía y psicología y se doctoró en una tesis sobre <<Klopstock y la música>>. (…) Aspiraba a ser profesor universitario y al mismo tiempo intentaba establecerse como escritor. Esa esperanza se desvaneció en 1933. Trabajó de secretario en un instituto de educación popular de Praga y hacia 1938 se preparaba para emigrar, pero esos planes también fracasaron. (…) Primero, en 1941, fue enviado a un campo de concentración donde trabajó en la construcción de una línea ferroviaria; vino a continuación, en 1942, la deportación a Theresienstadt, con su primera mujer, la doctora Gertrud Klepetar, y la familia de ésta. Allí murió el padre de Gertrud, la tía fue transportada a otro lugar; Hans Günther y Gertrud Adler-Klepetar llegaron a Auschwitz en octubre de 1944. En la selección, Gertrud se marchó voluntariamente al <<lado malo>> con su madre, para que ésta no muriera sola. Dos semanas después, mi padre llegó a Niederorschel, un campo anejo a Buchenwald, luego a la fábrica subterránea del campo de Langenstein, donde finalmente fue liberado en abril de 1945 por tropas norteamericanas.

Primero marchó a pie -extenuado y enfermo- a Halberstadt, luego su complicado recorrido acabó devolviéndole a Praga. (…) Sin embargo logró rehacer su vida. Se consagró al recuerdo <<de los queridos muertos>> y encontró en el <<testimonio de la verdad>> un nuevo, más aún, el único sentido de su vida. En 1947, huyendo del régimen comunista, que ya veía llegar, abandonó Praga, su ciudad natal, y se trasladó a Londres. (…) Poco a poco se estableció en Alemania, Austria y Suiza, más tarde en Israel y Estados Unidos. Cuando murió en Londres el 21 de agosto de 1988, dejaba, …, una extraordinaria <<obra de arte total>>, que constaba de una profusión de poemas, relatos, novela, libros y ensayos científicos.

Después de haber redactado entre los años 1945 y 1948 la primera versión de la monografía fundamental Theresienstadt 1941 bis 1945. Das Antlitz  einer Zwangsgemeinschaft [Theresienstadt de 1941 a 1945: la fax de una comunidad forzosa], mi padre escribió en rápida sucesión -…- cinco novelas, entre ellas novela de formación Panorama (…en 1968) y de 1954 a 1956 Die unsichtbare Wand [La pared invisible], publicada en 1988. Un viaje, escrita entre 1950 y 1951,…

… la época aún no estaba madura para que un antiguo preso escribiera, con ambiciones literarias, no sólo como trabajo de documentación, una obra sobre los años pasados en una campo de concentración.

Piénsese sólo en el tiempo que necesitó la estremecedora narración de Primo Levi sobre su vida en Auschwitz para conseguir el lugar que merecía. El dar a conocer lo ocurrido no bastó en absoluto para hacer comprender y para fomentar el recuerdo y para, de ese modo, posibilitar un acceso al mundo de los campos. La opinión pública necesitó hitos tan decisivos como los juicios de Núremberg, el juicio de Fráncfort sobre Auschwitz y el juicio de Eichmann en Jerusalén para que la indignación por la presencia de los culpables despertara el recuerdo de su víctimas. Desde entonces ya no es posible cerrar los ojos. (…) Quien quiera apartar la vista ha de preguntarse adónde dirige la mirada.

La novela traspone las experiencias del autor, les da un carácter ajeno (Verfremdung), como solía decir Adler, y las separa así de la esfera personal. Tomando él la figura de Paul Lusting, el escritor se transforma en el hermano de su primera mujer, Gertrud Klepetar, creando así una unidad familiar. Mi padre llamaba a Gertrud Geraldine. (…) Zerline. Sus padres, el doctor David y Elisabeth Klepetar, están reflejados en las figuras del doctor Leopold y de Karoline Lusting. La tía de Gertrud, la hermana de su madre, queda retratada como Ida Schwarz.

Nos vemos llevados, casi sin darnos cuenta, por las estaciones de la novela, de Stupart a Leitenberg, después de Ruhenthal y a Unkenburg. Tras esos nombres se ocultan Praga (recuérdese la Stupartgasse), Leitmeritz, Theresienstadt y Halberstadt.

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