8. LA SEGUNDA ESCUELA DE CHICAGO
En Chicago vivían solamente unos 10.000 judíos en 1880. La mayor parte eran alemanes fuertemente asimilados. En 1890 otros 70.000 judíos habían llegado a la ciudad, y en 1930 la población judía de la ciudad había alcanzado las 275.000 personas integradas en más de 125 congregaciones. Con ese número, Chicago era la tercera población judía más importante del mundo, detrás solamente de Nueva York y Varsovia (Polonia). Unos 80% de estos judíos inmigrantes recientes provenían del Este de Europa (Rusia, Polonia y el Este de Austria-Hungría).
Los judíos alemanes solían ser cosmopolitas, altamente asimilados, y fueron muy aceptados pro los nativos angloamericanos de Chicago. Los judíos del Este de Europa, por el contrario, eran provincianos y permanecían anclados en las costumbres del viejo mundo. Mientras los judíos alemanes vestían como los angloamericanos, los del Este de Europa llevaban barbas largas, grandes abrigos negros y sus mujeres vestían como campesinas. Motivados tanto por la compasión como por interés, los judíos alemanes de Chicago invirtieron grandes sumas de dinero en instituciones y proyectos que prometían acelerar la asimilación de los inmigrantes judíos del Este de Europa. Algunos prohombres judíos, por ejemplo, ayudaron a fundar el Instituto Hebreo de Chicago en 1908, cuyas actividades se desarrollaban a través de clases, bibliotecas, clubes y una sinagoga.
A diferencia de otros grupos de inmigrantes y distritos étnicos, las comunidades judías se diferenciaban porque muchos de sus componentes procedían de las grandes ciudades europeas y no habían pasado por la transición del campo a la ciudad y sus diferentes cambios organizativos. En su larga experiencia europea los judíos habían adaptado sus costumbres y tradiciones para proteger la herencia cultural de las influencias destructivas de las ciudades donde se asentaban, y algunos de estos instrumentos de protección habían sido adoptados por las comunidades judías en Estados Unidos.
En este contexto Wirth consideraba que el estudio del gueto judío tenía un interés especial por diversas razones. En primer lugar, representaba un fenómeno de aislamiento prolongado de la gente, que permitía la conservación de una cultura distinta frente a condiciones urbanas que normalmente producían una asimilación rápida. También vio el gueto como una forma de acomodación mediante la cual una minoría se subordina a un grupo dominante, mientras que al mismo tiempo experimenta un grado de tolerancia frente a la diferencia que son fuentes potenciales de conflicto.
Su trabajo trataba, por tanto, de enriquecer también el conocimiento sociológico de otros asentamientos no judíos -italianos, chinos, negros- y áreas étnicas de la ciudad, por eso puso el acento no solamente en el fenómeno ecológico, sino sobre todo en las características mentales de la comunidad.
Como resultado de su reflexión teórica y su experiencia práctica entendía que las sociedades se estaban configurando como entidades pluralistas desde el punto de vista social, cultural y político, caracterizadas por una coherencia <<natural>> que facilitaba la acción colectiva, y se encontraban siempre en un proceso continuado de organización, desorganización y reorganización, como consecuencia de la interacción competitiva y cooperativa de sus miembros y grupos sociales.
Pero esta creencia en el fomento de los procesos naturales de integración la modificó en su artículo <<Urbanism as a Way of Life>> (1938), dónde describe las ciudades como el lugar de los desarraigados, de los residentes solitarios, anónimos, alienados, inseguros y empujados a un comportamiento antisocial. Esta degeneración del proceso urbano hace necesario el uso de la ley para proteger la integración y evitar el conflicto y la violencia entre los diferentes grupos. A partir de aquí fue contrario a la planificación urbana, a no ser que contase con la participación de la mayor parte de los miembros de la comunidad y de la representación de sus intereses.
Para él el progreso depende del consenso y la capacidad de los grupos dominantes para asimilar las aspiraciones de las minorías culturales, pero para eso requiere también la participación ciudadana y la búsqueda de políticas democráticas integradoras mediante actividades educativas y políticas sociales, a cuya tarea dedicó el resto de su vida.
Según Blumer, para Parsons y toda la escuela funcionalista la acción social es el resultado de condiciones que son previas a su actuación. Como las acciones del agente quedan excluidas, se supone que los sistemas sociales operan <<automáticamente>> sin referencia a los seres humanos reales. Por lo general, decía Blumer, los sociólogos funcionalistas no estudian la sociedad humana basándose en unidades que actúan, sino en unidades que están en función de un estructura u organización y, considerando que la acción social es una expresión de éstas, depositan su confianza en categorías estructurales reificadas tales como el sistema social, la cultura, las normas, los valores… y la organización institucional, cuya conexión con la acción humana es ambigua. Atribuyendo a estas construcciones cualidades de agente: 1) caen en el error de creer que los sistemas, los subsistemas y las organizaciones sociales son las unidades de acción fundamentales más que los individuos y las colectividades concretas; 2) cuando los funcionalistas examinan la acción, ignoran la dimensión interpretativa de la conducta humana y explican el comportamiento mediante factores internos o externos que influyen en el individuo o el grupo más que por el significado que la gente atribuya a los objetos; 3) olvidan las características genealógicas y contingentes de la acción, así como el hecho de que los individuos y su acción común están sometidos a interrupción, alteración y abandono, y 4) el funcionalismo considera a la gente como organismos que sólo responden a las directrices sistémicas y culturales y no como actores creativos e independientes. Para los funcionalistas el orden es una respuesta persuasiva al problema de la acción. Mezclan el problema del orden con el de la estabilidad, lo que hace muy difícil explicar el cambio social, un tema que para los interaccionistas está íntimamente vinculado a la acción, que por eso es más apropiada para fundamentar la teoría y la investigación social; el orden social es un orden negociado, no una relación unidimensional entre una estructura preestablecida y las acciones determinadas de los subordinados.
El funcionalismo para Blumer es una construcción irreal de categorías abstractas que, a través del survey y los métodos cuantitativos, trata de conocer el comportamiento humano sin darse cuenta de que pierde la esencia de la vida social: las respuestas a un cuestionario de actitudes se abstraen de la situación real en la que actúan las personas.
Pero la acción social, para Blumer, está condicionada por un proceso interpretativo que pone en juego los significados que tienen las cosas y las personas para los seres humanos, significados que son creaciones sociales formadas a través de las actividades definidas por la gente en su proceso de interacción, y que sirven como instrumentos e indicadores en la guía de la acción.
Por eso los roles sociales, las posiciones de estatus, las relaciones de clase, las organizaciones burocráticas y otros elementos estructurales son significativos en la medida en que forman parte de la acción común. (…) Cada individuo -decía Mead- se proyecta en diversas acciones posibles en función de la reacción que espera encontrar en su interlocutor.
…Blumer, se presenta bajo tres premisas básicas: 1) el ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que éstas significan para él; 2) la fuente de ese significado es un producto social que emana de y a través de las actividades de los individuos al interactuar, y 3) la utilización del significado por el agente se produce a través de un proceso de interpretación propia, que supone autointeracción y manipulación de significados.
Por tanto, uno de los principios fundamentales es que la sociedad humana considerada empíricamente está compuesta por personas involucradas en la acción, y que las actividades de cada miembro se producen primordialmente en relación o respuesta a las actividades de los otros miembros con quienes interactúa. (…) <<significa que el individuo se halla ante un mundo que debe interpretar para poder actuar, y no ante un entorno frente al que responde en virtud de su propia organización>>.
La vida en grupo es un proceso que supone tanto la interpretación del sentido de las acciones de los otros como la definición de uno mismo, y de la situación global que precede a la acción.
…la gente actúa en función de los significados que adscribe a los objetos de su mundo, y el científico social, si quiere entender el comportamiento de los actores, debe introducirse en el mundo de los significados de la gente y ver esos objetos como ellos los ven (…)
[Thomas] De esta manera introdujo el concepto de actitud y subrayó la importancia que tienen las actitudes para conocer y cambiar el comportamiento humano, lo cual dio pie al desarrollo de la psicología social, que más tarde se aplicó a los estudios de mercado y de la opinión pública.